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"Morir de éxito", o la debacle del PP valenciano

En el mundo empresarial y comercial, se define el concepto de "morir de éxito" como los problemas derivados de una rotura de stock o imposibilidad de cubrir toda la demanda existente de un bien o servicio que ofertan. Estos problemas van desde la mala publicidad, hasta la prescripción negativa, pasando por la sensación de engaño y la búsqueda de productos alternativos. Esta imposibilidad de cubrir toda la demanda es susceptible de dejar herido de muerte cualquier proyecto empresarial, e incluso de dar al traste totalmente con la organización empresarial.

En el ámbito político, por puro paralelismo, el concepto también existe. En la Comunitat Valenciana, este fenómeno se puede vislumbrar o vaticinar a poco que uno sea un tanto observador, en el Partido Popular valenciano.

Las organizaciones políticas no venden bienes o servicios a cambio de dinero (o al menos no es ésa su finalidad), sino que venden proyectos, ideas, derechos, inversiones, bienestar, solución de problemas, prosperidad económica, beneficios sociales y personales, paz, amor y buen rollo en general, todo ello a cambio de un voto, haciendo uso de ciertas estrategias de comunicación que se apoyan en gran medida en factores emocionales e ideológicos.

Los grandes proyectos de inversión en infraestructuras y eventos que los populares han promovido, y que en su día ilusionaron y engancharon emocionalmente hasta el punto de alterar en parte de la ciudadanía los patrones de autoestima regionales, se nos revelan hoy como un auténtico fiasco generador de déficit e incapaces en su mayoría de cumplir las expectativas económicas para las que se ejecutaron: véase Ciudad de las Artes y las Ciencias, circuito urbano de F1 o la organización de la America´s Cup, por poner ejemplos más que evidentes.

En materia económica y social, y a pesar de los grandilocuentes discursos de Francisco Camps, donde nunca faltan las palabras y expresiones "prosperidad", "bienestar", "generación de empleo" o "motor económico de España", también podemos observar una gran desalineación entre lo dicho y lo hecho. Porque, no nos engañemos: los números cantan: la Comunitat Valenciana está más de 2 puntos por encima de la media nacional en tasa de desempleo. Y 5 puntos si nos referimos al paro juvenil. Los últimos 2 años nos sitúan a la cabeza de España en cierre de empresas y reducción del número de autónomos. La aplicación de la Ley de Dependencia nos sitúa también en el vagón de cola de las autonomías. La deuda autonómica en función del PIB per cápita nos convierte en líderes nacionales. Y el estado financiero y niveles de corrupción y enchufismo en las empresas públicas es evidente, con una RTVV a la cabeza, en una situación de quiebra técnica que es la vergüenza de todas las televisiones autonómicas españolas. O una sanidad que es la 2º por la cola en inversiones de todas las sanidades autonómicas.

Y de todo no va a tener la culpa Zapatero y su desgobierno. Para que los discursos llenos de falacias de Camps fueran ciertos, la Comunitat Valenciana debería arrojar datos macroeconómicos que corroboraran tanta grandilocuencia acompañada de sonrisas profidén.

Hablemos de promesas incumplidas: planes sectoriales para reactivar la industria tradicional valenciana, educación de calidad (40% de fracaso escolar), descatalanización de la administración o el trasvase del Ebro, caso especialmente sangrante ya que el PP aragonés votó a favor de la reforma del Estatuto aragonés en la que se blindaban a perpetuidad las aguas del Ebro.

El Partido Popular valenciano hace tiempo que ha "roto stocks" de ideas y proyectos. Ofrece más de lo que puede abarcar, y las expectativas que genera superan con creces lo que puede ofertar a la ciudadanía. Y cuanto más tarde se produzca en el ciudadano el encontronazo con la cruda realidad, más dura será la caída. Aunque los populares valencianos seguirán exprimiendo su estrategia de pan y circo a modo de insulto a la inteligencia del ciudadano. Tan pronto como se les acabe la pólvora en cuanto a capacidad de enganche emocional, la debacle está, más pronto o más tarde, asegurada. Y las alternativas estamos preparadas para coger el testigo y la asumir la responsabilidad política de la Comunitat Valenciana.

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