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"Extraña simbiosis", por Ramón García Hernández - Las provincias, junio 1985


Nostra area de documentacio i redaccio ha recuperat un articul redactat en juny 1985 pel periodiste Ramón García Hernández, i publicat en Las Provincias de Valencia... fa 25 anys. Al llegirlo, podem observar com la situacio, 25 anys despres, no ha variat gens ni miqueta, a pesar del "super-valencianisme" del PP valencià, que porta governant els ultims 16 d´eixos 25 anys. L´articul porta per titul "extraña simbiosis".

No sé si será acertado o no el calificativo de "extraña" aplicado al caso que vamos a exponer, puesto que la definición del diccionario es "asociación de organismos de especies distintas que viven juntos y se favorecen mutuamente en su desarrollo". Dejemos pues, a juicio del lector, el acierto de la frase.

Muchas son las veces que nos hemos preguntado por las razones que justifiquen esta extraña simbiosis con que se nos muestran fuerzas de signo ideológico tan dispar como son comunistas, socialistas y afines, junto con la oligarquía catalana, unidos todos en el proyecto de los mal llamados "países catalanes".

Por mucho repaso que hayamos dado a la historia, buscando alguna razón que nos sirviera de base, para justificar esta actitud de hermanamiento en partidos situados en las antípodas ideológicas unos de otros, no las hemos encontrado. Ello es por una razón muy simple: es que no las hay. Porque tal proyecto rebasa con creces el marco de la ética y la moral, y para estos casos ¡jamás! puede haber justificación.

Ahora bien, lo que sí hemos hallado son las "razones" que lo explican. Éstas son tan complejas y tan amplias, que analizarlas y desarrollarlas resulta poco menos que imposible en el corto espacio de un escrito. No obstante, y de manera esquemática, nos vamos a aventurar a hacerlo. Muchas son las circunstancias, los factores (históricos, políticos, geográficos, sociológicos e incluso psicopatológicos, etc) que inciden de manera determinante, directa o indirectamente, en este proceso imperialista.

Y cuando así lo tildamos, no hacemos sino interpretar las filosofías del catalán Prat de la Riba: "el imperialismo es hijo natural del nacionalismo. Cuando éste se encuentra exultante dentro de sus fronteras se desborda inundando las tierras vecinas". Queda, pues, claro cuáles eran y son sus intenciones. Intenciones que sus apígonos y coríferos de turno están llevando a la práctica hasta sus últimas consecuencias.

Analizando fríamente esta metáfora, y ni aún adoptando una actitud ecléctica, se puede admitir como reivindicación el aspecto imperialista implícito en la misma. Por eso, por mucha literatura que se le eche encima y por mucho que se trate de darle visos de legalidad, aportando datos, sabiamente manipulados, o aduciendo hipotéticos alegatos de derecho hisórico, difícilmente se podrá convencer a nadie (salvo a los mentalizados en ese dogma) de las "razones" que lo justifiquen.

Volviendo al tema central de este escrito, la razón de la extraña simbiosis: ésta se genera a través del comunismo, cuya génesis la encontramos con la aparición del Manifiesto Comunista en 1848. las filosofías de marx y Engels establecieron una escuela y una táctica que aún perduran. Resumidas éstas, vienen a decir: "los comunistas apoyan por doquier todos los movimientos revolucionarios contra el régimen social existente, derrocándolos por la violencia, estimulando al proletario del deber que tiene, en primer lugar, de conquistar el poder político, y elevarse a la condición de clase dirigente de la nación".

Si el romanticismo fue fuente de inspiración para la exaltación del nacionalismo, especialmente en el siglo XIX, y no es aventurado afirmar que aún lo es, este nuevo ingrediente, el marxismo, marcó un hito muy importante, por la repercusión que tuvo en el desarrollo de todos los movimientos irredentistas. Sus filosofías fueron estudiadas y desarrolladas, y laboratorios montados al efecto en universidades europeas. Sus tesis formarán todo un "corpus" doctrinal que irán siendo asumidas por todos estos movimientos de emancipación, a lo largo y ancho del planeta hasta nuestros días.

La cristalización de estas enseñanzas se producen con la aparición del leninismo. Su inspirador, Lenin, convirtió en una síntesis comunista las tesis nacionalistas, transformándolas en un arma de combate de ineludible asunción para todas las delegaciones del partido comunista esparcidas por el mundo.

En las conclusiones del II Congreso de la Internacional Comunista (Petrogrado, 1920) y en su condición octava, como mención específica, decía: "la obligación ineludible que tiene todo comunista de apoyar y fomentar de manera hegemónica todas las luchas de liberación, de colonias, territorios o nacionalidades oprimidas". A Cataluña se la presenta como tal en los foros internacionales. Así se explica el imperio de los partidos comunistas sobre los nacionalismos.

Terminemos pues esta simple exposición (que quizás hayamos "descafeinado" al sintetizarla) con las palabras de Jordi Pujol: "la catalanización cultural (base de la política) fue a cambio de la infiltración marxista" (Las Provincias, 10/05/81). Sirvan éstas como símbolo de la extraña simbiosis.

El estigma catalanista del PSPV


Si algo ha caracterizado al socialismo valenciano de los últimos 30 años, es su carácter catalanista. Y no es ésta en absoluto una afirmación gratuita ni subjetiva: voy a darle valor y forma haciendo un recorrido histórico por la historia reciente y específica del socialismo valenciano, desde 1977, año en el que el socialismo triunfaba en el gobierno preautonómico de la mano del ínclito José Luis Albiñana, hasta nuestros días.

En pleno inicio del proceso preautonómico (1978), era el socialismo obrero del PSOE de Albiñana y Lerma el que movía los hilos de la izquierda valenciana, en oposición a la facción del socialismo pro-catalanista encarnada en la figura de Alfons Cucó, líder del PSPV, todavía no integrado en el PSOE.

Alfonso Guerra exigió en aquel momento la integración del PSPV en el PSOE, cediendo a las ansias de poder de sus líderes e integrándolos con gran protagonismo en la directiva resultante del pacto en pro de la vertebración del socialismo. El proceso de catalanización del socialismo valenciano había comenzado. Y Lerma no tardó en subirse al carro ideológico de esta nueva corriente dominante, a cambio siempre de satisfacer sus ambiciones personales, hasta conseguir arribar a la secretaría general en 1979.

El siguiente paso de Lerma, Cucó y sus nuevos amigos catalanistas era conseguir poner en la alcaldía de Valencia ciudad a una persona de su confianza a toda costa. Tras una serie de malas pasadas políticas, el relevo del socialista obrero Martínez Castellano llegó de la mano de Ricardo Pérez Casado, otro destacado miembro de la facción catalanista.

Paralelamente a estas "jugadas", aparecen junto a Albiñana personajes de la talla de Cipriano Císcar y Antonio Asunción, nacionalistas catalanistas y discípulos de Joan Fuster, que le jalean a radicalizar su discurso en pro del catalanismo para no perder fuelle frente a la facción que representaban Lerma y Cucó, amenazantes pretendientes de su puesto presidencial. Es en este momento cuando Albiñana comienza la guerra de símbolos para reivindicar su posición de liderazgo dentro de un partido político que ya había abandonado por completo la ideología del socialismo obrero para entregarse sin condiciones a la vorágine de catalanismo nacionalista.

La denominación de "catalán" sustituye por completo a la de "valenciano" en la jerga socialista, la bandera de las cuatro barras sustituye a la Real Senyera en el Palau de la Generalitat, y se plantea incluso la sustitución del Himne Regional por La Muixeranga d´Algemesi, por ser el primero tildado de "españolista" y folklórico. Albiñana llegó a recorrer el mapa valenciano haciendo apostolado de nuestra condición de catalanes, siendo lógicamente apedreado en varias localidades valencianas. Estos alardes de catalanidad pasan factura a la imagen de Albiñana, estratégicamente posicionado por sus correligionarios como "crispador" de una sociedad valenciana que se manifiesta repetidas veces, algunas de ellas con suma vehemencia, en contra de las posiciones ultracatalanistas del entonces presidente preautonómico.

El centro derecha valenciano representado por Emilio Attard toma cartas en el asunto, acercándose a Lerma y su entorno para tratar de negociar las señas de identidad valencianas y el abandono de la simbología catalanista por parte del PSPV, al tiempo que desde los círculos del valencianismo cultural, político y popular se propicia y gesta el nacimiento de Unión Valenciana.

Albiñana sale trasquilado del acercamiento entre Attard y Lerma, y finalmente es sustituido por Monsonís, un liberal de la UCD, con la finalidad de sofocar el ambiente de crispación generado por su antecesor.

Lerma tiene ya carta blanca y pista libre. En 1983, gana las elecciones autonómicas, junto a sus amigos Císcar, Asunción, García Miralles, Pérez Casado que repite como alcalde de Valencia, Emérito Bono, Cucó, etc.

Es en ese momento cuando se intensifica ya plenamente el proceso catalanizador, esta vez con la relativa "legitimidad" que otorga el poder, y ya desde el control de las instituciones: se aprueba la Llei d´Ús i Ensenyament del "Valencià" (LUEV) para incluir el catalán definitivamente en el sistema educativo valenciano, se acuerda con un grupo de editoriales valencianas cuyos gestores eran afines al catalanismo auspiciado por el PSPV la confección de los nuevos libros de texto, se incentiva la enseñanza en "valenciano" al profesorado con primas y sobresueldos para obtener el apoyo de los sindicatos, la colocación de personal con carnet de catalanista en las esferas universitarias, y el apoyo de entidades subvencionadas tanto desde Cataluña como desde valencia, como la Acció Cultural de Eliseu Climent, donde se promueven publicaciones, conferencias, cursos, o la implantación de repetidores televisivos para que la señal del canal autonómico catalán pueda ser recepcionada en nuestro territorio.

La historia posterior a 1983 es de sobra conocida ya por todos: el entramado filocatalanista que el socialismo valenciano tejió en los 70 y 80 no ha dejado de dar frutos, ni de llenar los bolsillos de la pseudomafia editorialista que rinde pleitesía a las generosas subvenciones que llueven, día sí, día también, desde Barcelona. Y las consecuencias de todo ello nos resultan evidentes y familiares: varias generaciones de valencianos han sido manipuladas y moldeadas a la imagen y semejanza del nacionalismo catalán desde su más tierna infancia. Sólo queda preguntarnos hasta cuándo seguiremos sufriendo esta lacra social y cultural.

Bibliografía y fuentes: "Enciclopedia Temática de la Comunitat Valenciana" / Hemeroteca de Las Provincias / Notas de prensa de Unio Valenciana, 1986 / "Valencia, una realidad histórica", Fernando Millán