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Ya tenemos AVE, 18 equivocados años después


Curiosa la evolución del AVE en España: desde la primera línea de tren de alta velocidad a Sevilla, inaugurada en abril de 1992, se ha implantado progresivamente la alta velocidad a ciudades como Toledo, Segovia, Valladolid, la Costa del Sol, Zaragoza, Lérida, Barcelona o la frontera francesa.

A Valencia, llega el AVE en diciembre de 2010. La tercera capital de España en nivel de población e importancia económica, y el puerto marítimo mediterráneo más importante de la península, destino turístico costero de primer orden nacional e indiscutible centro de negocios y sede de numerosas empresas nacionales y multinacionales, recibirá la alta velocidad ferroviaria 18 años más tarde que Sevilla, y 6 años más tarde que Valladolid.

Utilizando el sentido común, la lógica económica y la diligencia de un buen gestor empresarial, la alta velocidad ferroviaria en España, debería haber seguido una evolución bastante diferente a la que ha sido seguida por los sucesivos gobiernos nacionales, desde la presidencia de González hasta la de Zapatero, pasando por la de Aznar.

En términos de rentabilidad, cualquier empresa privada con vocación nacional y matriz madrileña, habría seguido un camino bien distinto. La racionalidad empresarial dirigida a maximizar beneficios que guiaría la estrategia de cualquier organización privada, hubiera desarrollado la red ferroviaria de alta velocidad de forma racional, dando prioridad a los núcleos poblacionales y económicos más importantes: Barcelona, como segunda capital de España hubiera sido el primer destino del AVE en España. Valencia hubiera sido el segundo destino del AVE. Y el eje Valencia - Barcelona hubiera sido, por pura y aplastante lógica, la tercera línea de alta velocidad española. Sevilla tiene AVE desde hace 18 años, y Bilbao - Vitoria, centro empresarial e industrial del eje cantábrico empieza ahora a atisbarlo.

Pero dejar en manos de la partitocracia la gestión de las infraestructuras nacionales implica que los objetivos económicos de toda empresa o iniciativa de progreso se transformen en puro nepotismo, en objetivos de corte electoralista y en el mantenimiento de sus caladeros y feudos... designios partidistas e intereses de lobbies afines se imponen al bienestar común, a criterios económicos primordiales y a la misma lógica.

Ahora todos corren a hacerse la foto y atribuirse la llegada del AVE a Valencia: unos y otros meten el codo en la boca al vecino para salir guapos y en primera fila. Pero la realidad, sin que nadie se lleve a engaño, es otra muy distinta: el AVE llega tarde, y todos los que se desesperan por lucir su sonrisa profidén en la foto son culpables de esa tardanza, y de los 18 años de retraso en la obtención de réditos económicos de la que, a buen seguro, será la segunda línea de alta velocidad más rentable de España. Sin contar con el solar de cemento y hierro que queda ahora con la inejecutada infraestructura de un prometido Parque Central que, ni está, ni se le espera.

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